sábado, 8 de diciembre de 2007

EL QUE NOS DICTA EN LA OSCURIDAD


En La vida interior de Martin Frost, la película que ha dirigido Paul Auster, aparece la musa encarnada en mujer, esa aparición inesperada que en la vida de todos los artistas ocurre. ¿Pero la musa o la inspiración existe? ¿No es el trabajo lo que domina? Que la inspiración me coja trabajando, han dicho autores memorables. En mi siglo y en todos los anteriores y posteriores, el primer verso siempre nos ha sido y nos será regalado, como decía Valéry . Otro novelista francés, hoy olvidado, Georges Duhamel, confesaba : "El relato que yo voy a hacer ahora está atravesado en mi garganta desde hace casi un año. Me pesa sobre el pecho. Ya es hora de librarme de él". Alguien, pues, nos dicta en la oscuridad. Conforme caminamos por las calles, cruzamos pasillos, contemplamos paisajes, vemos una película o leemos un libro, alguien detrás de la butaca, detrás de la chaqueta, pisando donde nosotros pisamos, colándose por las conducciones internas de los ojos, de los oídos, de los sentidos, entra inesperadamente en las bodegas del cerebro y nos va dictando el primer verso del primer poema aún sin empezar, el brote de la primera idea para un cuento. Luego nos deja solos. Hemos de trabajar. La inspiración regala la brizna de un pequeño movimiento (musical, literario, plástico), y luego el quehacer - con sus dificultades normales, sus entusiasmos y desalientos - nos lleva a través de lo que alguien llamó la transpiración más que la inspiración. "Quiero dibujar personas con una línea redonda y única. Haré cien dibujos, y si no es bastante haré mil más" escribía Van Gogh a su hermano Theo.
Tenemos conciencia de visitaciones fugaces de ideas y sentimientos, a veces asociados con lugares y personas, a veces concernientes tan sólo a nuestro espíritu - decía Shelley en su Defensa de la poesía -, y siempre surgiendo imprevisibles y partiendo espontáneos, pero nunca sin elevar y deleitar nuestro ánimo más allá de toda expresión.
De repente alguien nos dicta en la oscuridad de la vida corriente, en la encrucijada de ocupaciones y de preocupaciones. Oímos un aliento detrás, que no está detrás sino dentro, que tampoco está dentro sino que nos los trae esa visión de fuera. Nos volvemos y no hay nadie. Ha huido pero existe. Ese rumor, el inicio del verso, esa idea de la cual ya no podremos desprendernos nos lleva hasta la mesa del trabajo. Allí nos espera extendido el quehacer.

jueves, 6 de diciembre de 2007

"NOSTHALGIA"

Casi al fnal de la gran película "Nosthalgia" de Tarkovski, un hombre intenta proteger la llama de su vela encendida atravesando el agua con enorme cuidado, amparando la luz del menor vientecillo, cobijando en el cuenco de su mano ese pálpito luminoso, la idea interior, sus convicciones, la pequeña lengua dorada que crece iluminando su vida. Es una secuencia memorable. Al hombre, una levísima ráfaga de viento, apenas un soplo, le arrebata la luz, la devora, y en una imagen de admirable belleza el hombre vuelve atrás decidido, y retornando al punto de partida, recomienza otra vez su peregrinación. Enciende su vela por segunda vez y recorre de nuevo lentamente el pasillo del agua, el agua estancada de las costumbres y de las tentaciones, sus pantalones avanzan mientras se empapan de húmedas distracciones, sus manos - ahora las dos - cubriendo el cuerpo de la llama. Aún se apaga la vela por tercera vez y es la tenacidad del hombre la que vemos en la pantalla, en la vida, la tenacidad de una existencia que recomienza impasible con el chasquido de su voluntad encendiendo la vela nuevamente y floreciendo la llama diminuta, una llama tan frágil que las manos y los ojos y el corazón la protegen y cubren mientras vuelve a avanzar muy despacio, casi temblorosamente, en un prodigio de inestabilidad, en un ejercicio de inaudito equilibrismo sobre las aguas.
Eso hace Tarkovski en esta película ejemplar. Es lo que vemos siempre, cuando al final del recorrido de una existencia colmada, tan atraída por todas las nostalgias, nos asombra que siga intacta esta vela encendida que ya está a punto de ser apagada.

martes, 4 de diciembre de 2007

LA MALETA DE MI PADRE

Como dije aquí el 6 de octubre, los lunes, miércoles y viernes asisto a clases de creación literaria y los martes, jueves y sábados acudo a talleres de escritura. Los domingos, en cambio, escucho a los invitados. Antesdeayer conocí a Orhan Pamuk. Entró en la sala con una vieja maleta que perteneció a su padre, la apoyó encima de la mesa, la abrió en canal y fue sacando y colocando en orden perfecto la imaginación, los hábitos, las disciplinas, las invenciones y las costumbres. La maleta tenía la forma de un pequeño libro titulado precisamente "La maleta de mi padre" y dentro se guardaba el discurso que él pronunció en Estocolmo al recibir en 2006 el Premio Nobel. Me impresionó escucharlo.
Pero cuando Pamuk, al final, introdujo su mano y extrajo otros folios, "El autor implícito", entonces aún aprendí algo más:
Lo mejor de escribir, de la escritura creativa - dijo Pamuk -, es poder olvidar el mundo como un niño, sentirse sin responsabilidades al tiempo que nos divertimos como más nos apetece, jugar con las reglas y leyes del mundo conocido como si fueran juguetes y, mientras hacemos todo eso, notar con un rincón de la mente la existencia de una profunda responsabilidad que yace tras todas esas diversiones infantiles y libres y que luego vinculará por completo a los lectores.
Todos tomaban apresuradas notas de lo que Pamuk les iba diciendo pero yo sólo escuchaba con la mirada fija en la maleta de su padre.
Para poder escribir bien - seguía diciendo Pamuk - tengo que aburrirme como es debido, y para aburrirme como es debido tengo que sumergirme en la vida. Cuando estoy en medio de todo ese barullo, de todos esos despachos, teléfonos, amores, amistades, costas soleadas y entierros, o sea, cuando estoy a punto de zambullirme en el corazón de los acontecimientos, de repente siento que en realidad estoy al margen. Empiezo a fantasear. O sea, desde una perspectiva pesimista, se puede pensar que empiezo a aburrirme. En cualquier caso, hay una voz interior que me dice "vuelve a tu habitación, siéntate a tu mesa". No sé qué sistema seguirán otros, pero los que son como yo es así como se convierten en escritores.
Siguió hablando Pamuk durante largo tiempo. Una voz interior me decía : "Vuelve a tu habitación, siéntate a tu mesa, escribe, escribe todo lo que sientes". La voz me empujaba y me atraía y aquí estoy. Voy llenando el papel de silenciosos manuscritos. Voy llenando despacio esta maleta vieja.

lunes, 3 de diciembre de 2007

VERSOS Y NIEVE EN ZHIVAGO

El cincuenta aniversario de la publicación en Italia del Doctor Zhivago de Pasternak me llevan hasta esta jarra de porcelana mantenida en el aire por el escritor que ha reunido en la pequeña aldea de Peredelkino a sus gentes amigas. Viste Pasternak una amplia chaqueta de amistad y trabajo, una larga y blanca chaqueta o blusón de escultor-escritor, de cincelador diario, con desvaídas solapas y grandes bolsos para guardar papel y cortos lápices. El pelo casi blanquecino cae sobre sus ojos y afirma la línea del mentón. Ese mentón -gloria de una familia de artistas -, ya desde la niñez totalmente distinto a cuantas mandíbulas comenzaban a dibujarse.
Este es el poeta que ha escrito la epopeya de Zhivago. Escribe en el despacho de los silencios graves. Fuera, en el jardín, el escritor pasea. Grandes temporadas se enfunda en un gabán oscuro, de fieltro, y cubre su cabeza con una amplia gorra de visera. Pasea hasta la valla de madera que separa su Datcha de todo Peredelkino. Cuando llegan las nieves (como en la película que todos hemos visto), la casa es un minúsculo refugio blanco entre los árboles. Allí escribe: "Pasarán estos años. Años ricos en sucesos. Yo no estaré más sobre la tierra. Nadie podrá volver sobre el pasado, sobre el tiempo de nuestros padres, de nuestros antepasados. No será ni necesario ni deseable. Después de un largo eclipse, brillará, por fin, una nueva claridad, todo lo que es noble, todo lo que es fecundo, todo lo que es grande. ¡ Oh, qué prodigiosas creaciones enriquecerán este periodo! Vuestra estancia será la más fecunda que se puede concebir". Luego termina rogando antes de apagar su luz : "Entonces, acordaros de mí".
Pasa un trineo. Se desliza veloz sobre la nieve. En los cristales el hielo se ha endurecido y la cabaña es sólo poesía. Los versos de Zhivago vienen y van en los ojos de Lara.